jueves, 26 de marzo de 2009


PROVERBIOS

INTRODUCCIÓN



El libro
El libro de los Proverbios (=Pr) pertenece al grupo de los denominados genéricamente “poéticos y sapienciales”. (Véase Introducción a los Libros Poéticos y Sapienciales.) Consta de una serie de colecciones que, en forma de máximas, refranes, dichos y poemas, transmiten la antigua herencia de la sabiduría de Israel. El contenido, en su conjunto, está encabezado por el título «Los proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel» (
1.1), razón por la cual la obra completa se ha atribuido a menudo a aquel monarca, célebre por su sabiduría y autor de tres mil proverbios y mil cinco cantares (1 R 4.29-34).
En efecto, una lectura atenta del libro pone pronto de relieve la complejidad de su composición, que es mayor de lo que pudiera apreciarse a primera vista. Aparte de Salomón, se cita como autores o recopiladores de dichos y sentencias a Agur hijo de Jaqué (
30.1) y al rey Lemuel (31.1), ambos, según se cree, oriundos de la tribu Massa, descendientes de Ismael (Gn 25.14). En tres ocasiones se especifica que Salomón es autor de los proverbios que siguen (1.1; 10.1; 25.1); en otras dos se atribuyen a “los sabios” (22.17; 24.23), y en una se menciona la colaboración de los copistas al servicio de Ezequías, rey de Judá (25.1).
Los proverbios y la sabiduría popular
La historia de todos los pueblos está plagada de hechos y acontecimientos en los que siempre el ser humano ha tratado de comprender las claves de su propia realidad y su relación con el mundo que lo rodea, y de adoptar los comportamientos idóneos para todo momento y circunstancia de su existencia. La infinita variedad de fenómenos conocidos y la observación de muchos de ellos, repetidos de manera regular y cíclica, ha permitido enriquecer la experiencia de cada generación y deducir las actitudes que mejor convienen al desarrollo de la vida y la cultura de la humanidad.
La más genuina sabiduría popular se basa en esa experiencia, acumulada y transmitida de padres a hijos, frecuentemente en forma de máximas sencillas que, por lo general, son como lecciones morales brevísimas y fáciles de retener en la memoria. La validez de algunas de ellas queda a veces ceñida a un grupo humano de determinadas características de raza, nación, religión, idioma o costumbres; pero también las hay que pasan de un pueblo a otro y de una a otra época. Se trata, en este segundo caso, de pensamientos de valor universal que pueden integrarse de inmediato en culturas ajenas a la de origen. Así sucede en buena medida en Proverbios, donde, por otra parte, también se aprecian reflejos de sabiduría popular no israelita: mesopotámica, egipcia y de otros pueblos del antiguo Oriente medio; por ejemplo, las dos colecciones de refranes atribuidas respectivamente a Agur y a Lemuel (
30.2-33 y 31.1-9), o el paralelismo existente entre Pr 22.17--23.12 y un famoso texto del escriba egipcio Amenemope, de alrededor del año 1000 a.C.
Un proverbio de contenido sapiencial se llama mashal en hebreo, palabra emparentada con una raíz que, junto a otros significados, incluye el de “dominar” o “regir”. Esta idea tipifica al auténtico mashal como una expresión persuasiva y estimulante, cualquiera que sea la forma en que se presente: como proverbio o refrán propiamente dicho, como máxima moral o como sentencia que sopesa y compara diversas conductas y actitudes adoptadas frente a la vida. En ocasiones, mashal significa también parábola, alegoría, fábula e incluso acertijo.
La sabiduría en el libro de los Proverbios
La sabiduría de Proverbios se centra sobre todo en los ámbitos de la vida no regulados por ordenanzas cúlticas ni mandamientos expresos del Señor. Por esta razón, la mayor parte del libro no se refiere a temas propiamente religiosos. Se refiere, más bien, a los que son específicos de la existencia humana, ya sea en su dimensión personal (el individuo) o colectiva (la familia y la sociedad en general): la educación (
13.24), la familia (12.4; 19.14; 21.9; 31.10-31), el adulterio (6.24; 23.27), la relación entre padres e hijos (10.1; 28.24; 30.17), la relación entre el rey y sus súbditos (14.35; 22.29; 25.6; cf. 16.12), y la honradez en los negocios (11.1; 20.10,23). En algunas textos se plantean cuestiones generales de moral (cf. 12.17; 15.21), y en otros se proponen reglas de urbanidad y conducta social (23.1-3; 25.17; 27.1). En todos estos casos, lo evidente es que Proverbios considera la sabiduría como un principio esencialmente práctico, fundamentado en la observación, la experiencia y el sentido común, y orientado hacia los múltiples aspectos de la actividad humana.
Sin embargo, no sería correcto olvidar que la religión de Israel también marcó con su propio sello esa misma sabiduría que se adquiere por medio de la experiencia. Prueba de ello es la afirmación que abre la primera de las colecciones de proverbios: «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová» (
1.7; 9.10; cf. Job 28.28; Sal 111.10); lo cual significa que la única verdadera sabiduría es la que entraña una forma de vida basada en la obediencia a Dios y manifestada en el amor a la bondad y a la justicia (9.10; 31.8-9; cf. 17.15,23; 18.5). Y en el poema en el que se elogia a la mujer virtuosa, con el que también se cierra el libro (31.10-31), vuelve a hacerse mención del temor de Jehová (v. 30).
En Proverbios, la mente de los sabios de Israel aparece como subyugada por la doctrina de la retribución, es decir, del premio o el castigo que merece la actuación humana, según sea buena o mala. Esta idea, que se presenta a menudo, se enuncia de modo terminante en
11.31: El justo será recompensado en la tierra; y otro tanto sucederá con el impío y el pecador (cf. 3.31-35; 12. 7,14; 17.5; 24.12; 28.20). Pero como la experiencia demuestra que la felicidad no siempre es en esta vida corona de la virtud, ni la desgracia lo es de la maldad (cf. Sal 73.1-12; Jer 12.1-2), llegó un momento en que el pensamiento de la retribución, habiendo entrado en crisis, dio paso a la gozosa enseñanza del amor y el perdón de Dios, ya recogida en libros como Job y Eclesiastés.

Esquema del contenido:


1. Introducción (1.1-7)
2. Primera colección: «Poemas» (
1.8--9.18)
3. Segunda colección: «Proverbios de Salomón» (
10.1--22.16)
4. Tercera colección: «Palabras de los sabios» (
22.17--24.22)
5. Cuarta colección: «Dichos de los sabios» (
24.23-34)
6. Quinta colección: «Proverbios de Salomón» (
25.1--29.27)
7. Sexta colección: «Palabras de Agur» (
30.1-33)
8. Séptima colección: «Palabras del rey Lemuel» (
31.1-9)
9. Apéndice: «Elogio de la mujer virtuosa» (
31.10-31)

viernes, 20 de marzo de 2009

Introduccion al libro de Santiago


EPÍSTOLA UNIVERSAL DE SANTIAGO
INTRODUCCIÓN



Carácter y objetivo de la epístola
El autor de este escrito se revela como una persona práctica, para quien la realidad de la fe en Cristo debe ser demostrada por los hechos y actitudes de quienes la profesan.
La Epístola de Santiago (=Stg) no está especialmente dedicada a adoctrinar acerca de cuestiones teológicas, sino a exhortar a los creyentes a que sean «hacedores de la palabra y no tan solamente oidores» (1.22). En consecuencia, la redacción se caracteriza por el énfasis que pone en los diversos aspectos sobre los que debe basarse la conducta cristiana y en los cuales va fijando sucesivamente la atención.
Esta carta es más bien un escrito de carácter impersonal, una instrucción ética dirigida a la generalidad de las comunidades cristianas, designadas en conjunto como «las doce tribus que están en la dispersión» (1.1), título tomado de la historia judía y con el cual se significa de forma figurada al nuevo Israel convocado en Cristo.
Sorprende en Santiago el que solo en dos ocasiones se mencione el nombre de Jesús (1.1; 2.1); y también el que nada se diga acerca de su vida, muerte y resurrección. Sin embargo, la fe del autor inspira todo el discurso y se hace manifiesta en las referencias al «buen nombre que fue invocado sobre vosotros» proximidad de «la venida del Señor» (5.7-8), expectativa fervorosa de la iglesia de los primeros tiempos.
Un rasgo de la epístola es la intensidad con que en ella resuena la literatura sapiencial del AT (véase Introducción a Proverbios). El tema de la sabiduría, en cuanto al don que procede de Dios, ocupa un lugar preeminente en el pensamiento de Santiago (1.5; 3.13-18), para quien ser sabio no consiste en poseer grandes conocimientos científicos, humanísticos o teológicos, sino en conducirse con rectitud (4.17), «en sabia mansedumbre» (3.13), de acuerdo con la voluntad de Dios.
Las exhortaciones de Santiago, pronunciadas desde una perspectiva ética de la fe personal, recuerdan las de Jesús en los sinópticos (véase Introducción a los evangelios), más especialmente en Mateo, en discursos como el Sermón del Monte (Mt 5--7). Así sucede cuando Santiago se refiere a la sinceridad de la fe (1.22-25; 2.14-16; 3.13-18), a resistir las pruebas con paciencia (1.2-4,12-15; 5.7-11), a no juzgar a los demás (2.12-13; 4.11-12), a refrenar la lengua (1.26; 3.1-12), a no jurar (5.12) y a perseverar en la oración (5.13-18). Esas y otras enseñanzas del Señor se hallan en el trasfondo de la epístola, probablemente la más cercana en todo el NT a la metodología pedagógica de los maestros judíos.
Autor, estilo y época
Se ha especulado mucho en torno a la personalidad del autor de esta carta. Una antigua tradición de la iglesia lo identifica con el apóstol Santiago (o Jacobo), figura significativa en la iglesia de Jerusalén (Gl 2.9,12; cf. Hch 12.17; 15.13; 21.18), a quien Pablo se refiere como «Jacobo el hermano del Señor» (Gl 1.19; cf. Mt 13.55; Mc 6.3), hermano también del apóstol Judas (Jud 1.1. Véase Introducción a la epístola de san Judas). Pero los datos históricos conocidos no son suficientes para establecer conclusiones definitivas al respecto.
Lo que sabemos es que el redactor de la Epístola de Santiago dominaba la lengua griega con inusual maestría. Como obra literaria, este texto es uno de los más sobresalientes del NT, por su corrección gramatical, por la amplitud de su léxico y por la riqueza de sus metáforas, ejemplos, símiles y diálogos retóricos.
La redacción, por otra parte, contiene huellas evidentes de una mentalidad semítica. Es evidente que Santiago fue un hebreo palestino, poseedor de una amplia formación helenística, y que escribió sobre todo para cristianos de origen judío que vivían en la diáspora desde la destrucción de Jerusalén en el año 70 (véase Introducción al Nuevo Testamento).



Esquema del contenido:
Salutación (1.1)
La sabiduría que viene de Dios (
1.2-11)
Victoria en la prueba (
1.12-18)
Hacedores de la palabra (
1.19-27)
Amonestación contra la parcialidad (
2.1-13)
La fe sin obras está muerta (
2.14-26)
La lengua (
3.1-12)
La sabiduría de lo alto (
3.13-18)
La amistad con el mundo (
4.1-10)
¿Quién eres para que juzgues? (
4.11-12)
No os gloriéis del día de mañana (
4.13-17)
Contra los ricos opresores (
5.1-6)
Sed pacientes y orad (
5.7-20)